martes, 7 de marzo de 2017
lamborghini aventador
En la Feria del Pilar de 1933, los críticos decidieron que Aventador había sido el más bravo de los protagonistas, toros y toreros incluidos. En el Salón de Ginebra de 2012, el aún joven sustituto del Murciélago pierde el techo y gana en su denominación una misteriosa “J”. Público y crítica se han rendido a sus pies, no ya porque haya sido uno de los protagonistas más bravos y sorprendentes, sino porque su contenido técnico es tan imponente como su aspecto.
Bajo esa “Jota”, que no es precisamente un homenaje a la mencionada Feria de Zaragoza de 1933, se esconde un biplaza descubierto radical, un spider sin parabrisas ni lujos innecesarios, un homenaje al coche en su sentido más puro y esencial. De hecho Lamborghini recomienda a sus usuarios que utilicen el equipamiento preciso para circular al descubierto a 300 km/h, ya que los dos pequeños deflectores son tan exiguos como la cúpula de una moto deportiva. El “J” toma la mecánica del Aventador de 2011 y adopta las últimas tecnologías desarrolladas por la división de “composites” de Lamborghini, responsables en gran medida de la elevada rigidez torsional de su chasis monocasco.
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